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La Danta Cantaba

SOCIOPOLÍTICA DEL SIGLO XXI

SOCIOPOLÍTICA DEL SIGLO XXI

Los seres humanos llevamos ya unos 150 años “debatiendo” acerca de las bondades y/o perversiones del capitalismo y del socialismo como sistemas económicos mutuamente excluyentes, y a todas luces, aún a pesar de la caída del muro de Berlín en 1989 y de la subsiguiente vonglicería del "fín de las ideologías”, el debate persiste en los mas diversos ámbitos y circunstancias: cafeterías y desayunaderos de alta y baja raléa, inesperadas conversaciones de taxi, barberías y peluquerías, botiquines de borrachos, foros económicos mundiales, parlamentos, gabinetes de gobierno, acaso en la propia corte celestial. Casi desde niño he venido sospechando que las verdades profundas atinentes al caso subyacen escondidas en enrevesados ovillos, cuyas complicadísimas tramas vienen siendo lenta pero inexorablemente desentrañadas por la razón, las vivencias históricas, el avance de la psico-antropología, el desarrollo de las matemáticas, y de las tecnologías computacionales que progresivamente nos vienen capacitando, no sólo para comprender mejor y mas exhaustivamente los fenómenos del pasado, sino también para elaborar toda clase de complejos escenarios virtuales de cara al futuro. Aunque éstos jamás podrán totalmente la experimentación real, ciertamente permiten descubrir inesperadas complejidades a tener en cuenta al analizar nuestro entorno. Bien usadas, estas novedosas herramientas cibernéticas nos ayudan a evitar desagradables sorpresas, como las que suelen ocurrir cada vez que, usando el mas “prístino” razonamiento, el hombre interviene políticamente para introducir “soluciones” a grandes, medianos e incluso pequeños problemas, en cuya implementación terminamos decubriendo que el remedio ha resultado peor que la enfermedad.

El antecedente conceptual de la moderna “jueguística” virtual computarizada devino del pragmatismo de la experimentación real de pequeña escala, también llamada "experiencia-piloto”, y su entronización en la mente humana está indisolublemente ligada al desarrollo de la economía de costos a partir de la revolución industrial.

De algún cocinero una vez aprendimos que los errores que podemos cometer en la preparación de un plato casi siempre tienen solución, pueden ser de algún modo “compensados” mediante alguna maniobra correctiva por un cocinero medianamente avezado. Quizás por ello pocas veces vemos a un cocinero doméstico preparando diversas versiones de un plato particualr, siguiendo recetas alternativas con la intención de verificar al final cuál de las opciones ensayadas  resulta la mas exitosa. La creatividad del cocinero se inicia al momento de apreciar los ingredientes de los que dispone, a partir de lo cual el cocinero se compromete con una idea particular, que puede requerir algún ajuste en el camino de su elaboración, pero que devendrá en un sólo producto culinario, que luego se someterá naturalmente a un concenso calificatorio por el colectivo comensal. En el peor caso, la vianda no será objeto de general aclamación, y entonces una buena parte de ella puede terminar en el cesto de la basura, o en la paila de los siempre menos exigentes paladares de otras criaturas., cuadrúpedas ellas las mas de las veces. No así ocurre, digamos, en una fábrica propiamente dicha, en la que cualquier ocurrencia innovadora (por muy bien argumentada que se tenga) puede resultar efectivamente catastrófica en el sentido financiero, aún cuando debamos aceptar que el efecto contrario puede tambien ocurrir una de cada cien veces.

Es así por ejemplo que si a algún fabricante de cerveza de exitosa tradición y amplio mercado se le ocurriese cambiar, aún en mínima medida, la platónica receta en la que ha venido asentandandose su éxito comercial, probablemente optará por hacerlo primero en pequeña escala para someter a prueba práctica las ideas innovativas, y para realizar pruebas de “aceptación” en círculos relativamente íntimos. La “experimentación social”, lamentablemente no ha venido evolucionando de esa manera. Cualesquiera que hayan sido los propósitos declarados de la construcción de las obras mas monumentales de la historia humana, ellas se realizaron imponiendo a sangre y fuego algunas ideas preconcebidas, muchos siglos antes de que los humanos hubiesen llegado a desarrollar el concepto del diálogo y las experiencia-piloto. Hoy sabemos mucho de las grandes construcciones épicas de la historia, pero conocemos poco de los proyectos de naturaleza épica que en cambio fracasaron. Quizás corresponda al capitalismo buena parte del mérito por la introducción en el acervo socio-político el crucial papel del ensayo y el error como modos de gestión. Otro tanto podría por ejemplo comentarse de aspectos de los cambios en la ocurridos en la metalurgia militar o en tantos otros aspectos de la tecnología de significación masiva. La experiencia piloto nos enseña, y nos muestra aspectos escondidos o inesperados de la fenomenología del cosmos. Sin embargo, aún a estas alturas los mas adelantados actores políticos de países ubicados mas allá de la medianía no dan mayor muestra de haber internalizado tal clase de concepto. Como consecuencia de ello, cada día los gobiernos toman medidas de “ingeniería social” que luego terminan como estrepitosos fracasos, no sin antes causar toda una estela de sufrimiento, cárcel, sangre e inmolación a generaciones enteras de pobladores. Quizás resulte difícil establecer cual puede ser el ejemplo histórico mas cruel de tal manera de proceder, pero seguramente la llamada “revolución” cubana tiene un puesto ganado en la vergonzosa lista de finalistas.

Cuando la variable de cualquier expectativa política es el ser humano, las cosas se complican infinitesimalmente. Hoy día ya los preceptos de Carlysle –el hombre providencial- sucumben aún en los escenarios mas humildes, y ante tales concepciones arcáicas los viandantes reclaman legitimidad para su propia visión de la vida ante la de autoproclamados “mesías” que han venido rigiendo de manera despótica y nepótica por décadas en los mas diversos países, incluyendo muchos que  operan así con la aquiescencia o incluso el beneplácito de las grandes potencias occidentales, que han dado así muestra fehaciente de que la defensa de los derechos humanos es un tema negociable a la hora de los arreglos comerciales.

Vale la pena comentar de paso algunas perogrulladas que aún hoy sostienen el discurso de muchos “revolucionarios” de oficio. Verdaderas babiecadas tenidas como dogmas: las “leyes” del materialismo histórico, el “desquite” histórico de los pueblos y/o las razas resultaron vencidas y frecuentemente vejadas o exterminadas por los que han terminado escribiendo la historia.

En nuestro tiempo está claro que todos los seres humanos venimos al mundo equipados con un variadísimo repertorio de apetitos, emociones y conductas primarias entre las cuales a cada momento optamos. En muchas ocasiones históricas, determinados colectivos se dejado arrastrar por discursos incendiarios que atizan consignas de “vencer o morir”, y efectivamente algunas de ellas han vencido y otras han sido objeto de exterminio, sin que haya podido documentarse con propiedad la existencia de cualquier cosa parecida a una suprema ética justiciera, ni siquiera una que rija los destinos de la humanidad. Desde el mas inofensivo protozoario hasta el animal tenido por fiera, para todos los seres vivir implica aprovechar oportunidades y asumir riesgos, y en ese devenir a veces salimos airosos para luego resultar inexorablemente derrotados, con absoluta prescindencia de cualquier deidad justiciera.

El gran instrumento de la justicia es la comunicación, y los seres humanos del siglo XXI tenemos todo el derecho a darnos con una piedra en los dientes de tener acceso a los instrumentos de la comunicación y el conocimiento que cada día cambia y nos desafía a ponernos a tono. Por fortuna el sentimiento de conmiseración también tiene una expresión en lo colectivo, y de la misma manera que la palabra y la internet sirvieron en 2010 para detener la cruelísima lapidación de una jóven madre iraní, será el uso de esos mismos instrumentos, mas que el patrioterismo barato y la fanfarronería, la única opción real para que cada persona, clan, tribu, raza o nación ponga a prueba lo que de verdad verdad “tienen en la bola” para insuflar en sus contemporáneos el sentido de la conmiseración social que puedan requerir para no ser aplastados.

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