Literatura y Catarsis

Es frecuente ver a escritores comentando que escriben por necesidad , una fuerza poderosa pareciera obligarlos a escribir, y así a veces se asume la tarea como una manera de “exorcizar demonios internos”, cada quien con su estilo y modalidad. Escribir de algún modo nos libera de culpas. Todos somos Caín. Vivir y sobrevivir implica luchar y competir con otros seres y con frecuencia tener que derrotarlos. De otro modo ni siquiera podríamos alimentarnos. Derrotamos a las zanahorias y a los pollos que nos comemos, pero ademas tambien a otros seres humanos, querámoslo o nó, tengamos-o-nó conciencia de ello. El sentido de la conmiseración, juntado a la conciencia del juego competitivo que la vida implica constituyen el gérmen del sentimiento de la culpa. La culpa suele constelizarse en nuestra mente en la medida que sufrimos, y puede resultarnos agobiante por ratos o por épocas. En el sentido sicológico escribir equivale a confesar nuestros pecados; en ambos casos hacemos catarsis y nos liberamos de un fardo. Tal dinámica síquica es propia de occidente; nó en vano correspondió a Europa la invención de la imprenta y de la industria editorial. En cosmogonías orientales como el budismo y el hinduísmo, la carga de la culpa tiene otra vía de solución, cuando el hombre propone una ontogenia “karmática” para resolver la culpa: no sufrimos por nuestras acciones u omisiones de la vida presente, sino como resultado del arreglo “resurrectivo” de la existencia, según el cual pagamos con sufrimiento por los pecados cometidos en vidas anteriores. En ambos casos todos tenemos oportunidad de “ascender” en el camino hacia la paz espiritual que es el sentido supremo de la vida. En occidente, para que la confesión (y la escritura) resulte eficáz debe asegurarse la catarsis: el volcamiento sin cortapisas de todo cuanto alberga nuestra mente, un acto nudista que debe ignorar cualquier pudor para hacer efectivo el exorcismo.
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